Atravesó una
glaciación, la última, permaneciendo impasible. La economía depredadora de los
cazadores y pescadores fue cambiando a una economía de agricultura y ganadería. El hombre comenzó a multiplicarse y se cansó
del nomadismo. Fue testigo del nacimiento del uso de los metales y del origen
de las primeras ciudades. También apareció la escritura mientras él reposaba
bajo tierra, en una expectación silenciosa y escondida.
Luego surgieron
las primeras civilizaciones: Babilonia, Asiria, el antiguo Egipto, Fenicia, los
Hititas. Y poco después los griegos y los romanos. Por encima de él, el viento
despeinaba la arena, haciendo que las dunas se muevan en el tiempo como ondas
en el mar. Contempló los primeros rasgos del etnocentrismo y del racismo. Presenció
la edad media, con su oscurantismo y las cruzadas.
Apareció la
imprenta y el renacimiento, y se descubre América, mientras su lomo quedaba
momentáneamente al descubierto y se erosionaba con el viento y la arena. Creyó
que debería haberle dolido, pero ya no sentía nada. Y su espalda desapareció.
Se sorprendió
con la revolución industrial, así como se había sorprendido con el nacimiento
de la agricultura. Y la ciencia comenzó su crecimiento exponencial, desde Carl
Von Linneo y su Sistema naturae,
pasando por la Filosofía zoológica de
Lamarck y el Origen de las especies
de Charles Darwin. Mientras tanto, él notaba que sus huesos cada año se hacían
más débiles.
Se maravilló
con el surgimiento del romanticismo y otras ramas artísticas. Vio nacer y morir
a miles de pintores, escritores, escultores, músicos y filósofos, con la
contrastante quietud de su existencia.
El esplendor
del hombre en unos aspectos era proporcional a sus miserias. Así como generaba
vida y la valoraba por medio de la ciencia y el arte, se contradecía en su
violencia innata. Se conmovió con las guerras Napoleónicas, las del Opio, la de
Secesión, la Franco Prusiana. Y luego vendrían más, mientras el sol hacía su
rutinaria parábola por encima de las dunas, debajo de las cuales yacía. La
guerra de los mil días, la Primera guerra mundial, el genocidio armenio, la
guerra del Chaco, la Segunda guerra mundial, la guerra fría, Vietnam, las
Malvinas, la del Golfo, entre muchas otras.
También fue
testigo del sufrimiento del hombre por terremotos, volcanes y tormentas. Pero
además, contempló la mano humana en la declinación del planeta: la deforestación,
contaminación, desertización y extinción de especies por esas causas.
Y él siempre
allí, en una estática mueca de sorpresa por todo lo que sucedió y sucede a su
alrededor, no sabiendo si lamentarse o alegrarse por pasar tan inadvertido del
hombre que hace su historia, buena o mala, al pasar los siglos.
Pero todo
cambiaría. Tres hombres se acercan. Uno grande, uno muy delgado y uno ni gordo
ni flaco. Se agachan a observar parte de sus costillas truncadas por la
erosión. Ellos leyeron a Linneo, Lamarck y Darwin. Sacan herramientas de sus
mochilas y comienzan a cavar.
Por primera
vez en más de 11.000 años el sol encandila sus ojos y logra ver la cara del
chico delgado con su gorra de visera hacia atrás asombrarse de tan solo un
viejo cadáver. ¿Qué tendré de
interesante? se pregunta, mientras recuerda todo de lo que fue testigo.
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